Cada año ocurre lo mismo.
Llegan los periodos de descanso —Navidad, fin de año, puentes largos— y, con ellos, las comidas familiares, las casas llenas, las risas que suben de volumen sin darnos cuenta, los gritos de fondo, los abrazos, la música, las copas, las visitas que entran y salen. Para nosotros es celebración. Para muchos animales, no siempre.

Esta historia no es teórica. Es real. Se repite en muchas casas.

Imagina a un perro que vive tranquilo durante todo el año. Rutinas claras. Paseos conocidos. Silencios. De pronto, un coche cargado, un viaje, una casa distinta o —peor aún— la misma casa convertida en un lugar irreconocible. Voces nuevas. Olores intensos. Niños corriendo. Puertas que se abren y se cierran. Manos que lo tocan sin pedir permiso. Ruidos inesperados.
El perro no entiende que “es una fiesta”. Solo percibe sobreestimulación.

Y entonces llega la gran pregunta:
¿Es mejor llevarlos con nosotros o dejarlos en casa?

A veces, el mayor acto de amor es dejarlos en casa

No siempre, pero muchas veces, .

Si el animal:

  • se estresa con el ruido,
  • se esconde cuando hay gente,
  • jadea, tiembla, no descansa,
  • pierde el apetito o está hipervigilante,

llevarlo a una fiesta no es inclusión, es imposición.

Quedarse en su entorno, con su cama, sus olores, sus horarios y su calma, suele ser mucho más respetuoso. Especialmente en perros senior, gatos, animales rescatados o con hipersensibilidad.

Eso sí, dejarlos en casa no significa abandonarlos. Significa organizarse bien:

  • paseos largos y tranquilos antes de salir,
  • dejarles luz suave, agua fresca y su espacio seguro,
  • evitar ausencias excesivas,
  • y, si es posible, contar con una persona de confianza que pase a verlos.

¿Y si tienes que desplazarte sí o sí?

Aquí entramos en el terreno de las soluciones reales, no ideales.

1. Elegir bien a quién se los dejamos

No vale cualquiera. Un animal no necesita solo comida y paseo: necesita mirada, calma y presencia.
Una persona que respete sus tiempos, que no los fuerce, que sepa leer señales de estrés.

2. Buscar cuidadores que mantengan rutinas

Cambiar de casa + cambiar de horarios + cambiar de personas = triple impacto emocional.
Siempre que se pueda, mejor que el cuidado sea en su propio entorno.

3. Si viajan contigo, crear burbujas de calma

No todo es blanco o negro. Si el animal es sociable y tolera bien los cambios:

  • reservarle una habitación tranquila,
  • permitirle retirarse sin ser molestado,
  • evitar que sea “el centro de atención”,
  • no forzar interacciones ni caricias,
  • mantener horarios de paseo y comida.

La clave es que tenga salida. Que pueda irse.

Ellos no entienden de fiestas, entienden de bienestar

Los animales no celebran la Navidad. No distinguen un puente de un martes cualquiera.
Pero sí sienten el estrés, la confusión, el ruido, la invasión.

A veces, por querer hacerlo todo “en familia”, olvidamos escuchar lo más importante:
cómo están ellos.

Y quizá este año, en medio del jaleo, la mejor decisión sea esa que no se ve:
dejarlos tranquilos, cuidados, en paz.

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