Los saltitos de Pippo: cuando el juego se convierte en lenguaje

Pippo es un caniche leonado de apenas un año y medio. Alegre, curioso, sensible. Desde que llegó a casa nos regala gestos que sorprenden por su espontaneidad, pero hay uno que siempre llama la atención: cuando quiere jugar, levanta las dos patas traseras al mismo tiempo, como si diera un pequeño brinco de conejo. No es un movimiento torpe ni forzado; al contrario, lo hace con la naturalidad de quien sabe exactamente lo que quiere expresar.

Muchos perros jóvenes comparten esta forma de moverse. Es una expresión corporal que suele aparecer en momentos de entusiasmo, de energía contenida y de pura alegría. Los caniches, bichones o terriers —razas vivaces, ligeras y juguetonas— lo muestran con frecuencia. Pero cada perro le imprime su propio sello, y en Pipo ese salto tiene la gracia de ser casi un saludo: “aquí estoy, ¿jugamos?”.

Los perros no hablan con palabras, pero tienen un lenguaje igual de rico: el lenguaje del cuerpo. Una cola que se agita no siempre significa lo mismo; unas orejas hacia delante pueden ser curiosidad, atención o alerta; una postura encogida revela miedo o incomodidad. Aprender a leer estas señales es entrar en su mundo, reconocer su manera de comunicarse con nosotros. Y los saltitos de Pipo son una de esas señales luminosas que nos recuerdan que la comunicación con los animales es mucho más amplia de lo que pensamos.

El salto doble de Pipo no es una rareza ni una manía. Es una forma de invitar al vínculo, de tender un puente entre su energía juvenil y nuestra disponibilidad para acompañarla. A veces lo hace cuando llegamos a casa, otras cuando percibe que nos relajamos y hay espacio para el juego. Siempre es una invitación: un llamado a compartir tiempo, a dejar que lo cotidiano se interrumpa un instante para dar paso a la alegría compartida.

Podríamos pensar que un gesto tan sencillo no encierra nada profundo, pero quienes convivimos con animales sabemos que cada pequeño movimiento tiene un valor. Son detalles los que construyen la confianza: ese saltito, ese giro de cabeza, esa mirada que parece sostenernos. Pipo nos recuerda, con sus patas alzadas, que la felicidad puede expresarse en lo mínimo, y que el juego no es un pasatiempo, sino un lenguaje afectivo.

Quizás por eso, al verlo saltar, sentimos que algo en nosotros también se eleva. Los animales nos devuelven la capacidad de disfrutar del instante sin cálculo, de entregarnos al presente con la ligereza de quien brinca solo por placer. En los saltos de Pipo hay algo que nos enseña a vivir: la alegría no se explica, se comparte.

¿Qué son los skips en perros?

  • Son saltitos sincronizados con las patas traseras, como si el perro brincara de golpe con las dos a la vez.
  • Suelen aparecer en perros jóvenes, juguetones o razas pequeñas (caniches, bichones, terriers), aunque pueden verse en cualquier perro.
  • A veces se confunden con un problema de la marcha, pero muchas veces son solo gestos espontáneos de entusiasmo.

Posibles significados

🟢 1. Expresión de juego y alegría

  • Es la causa más común.
  • El perro está contento, quiere interactuar y utiliza el salto como lenguaje corporal positivo.
  • Normalmente ocurre en momentos de entusiasmo: al recibirte, cuando quiere jugar o durante una carrera.

🟡 2. Energía acumulada y comunicación

  • Puede ser una forma de decir “¡mírame, estoy aquí, juega conmigo!”.
  • Estos movimientos llaman nuestra atención porque son diferentes al caminar normal.

🔴 3. Señal de alerta: luxación de rótula u otros problemas

  • En algunos perros (sobre todo razas pequeñas como caniches o yorkshire), los skips repetidos pueden indicar luxación rotuliana: la rótula se sale de su sitio y el perro da un saltito para recolocarla.
  • Señales de alerta:
    • Si ocurre siempre en la marcha y no solo en juego.
    • Si va acompañado de cojera, rigidez o dolor.
    • Si el perro evita apoyar la pata después del salto.

En esos casos conviene una revisión veterinaria para descartar problemas en rodilla, cadera o columna.

En conclusión

Los skips son, la mayoría de las veces, un gesto sano y alegre, como en Pipo: pura vitalidad, ganas de juego y expresión corporal. Pero, como en todo comportamiento canino, conviene observar el contexto: si es un gesto ocasional durante el juego → normal y positivo; si es constante al caminar → posible señal clínica.

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