…que nunca es tan cualquiera como parece
Hay días en los que todo parece seguir el mismo compás: los mismos paseos por el parque, los mismos saludos en la puerta, las mismas mochilas con pienso, correa y libreta de instrucciones. Pero quien cuida animales sabe que nunca hay dos días iguales. Porque cada perro es un mundo y cada vínculo, un pequeño milagro.
Esta mañana salí con Ñajo, que ya me reconoce por el sonido de las llaves. Me esperó moviendo la cola, pero sin saltos. Poco a poco, va entendiendo que no hace falta desesperarse para ser visto. Que basta con estar. En eso trabajamos: en la calma, en la presencia, en que el paseo no sea solo movimiento, sino también comunicación.
Después vino el turno de Molly, que aún arrastra miedos antiguos. Con ella cada avance —un cruce sin tirones, una mirada sostenida, un silencio— es un pequeño triunfo. No tengo prisa. La prisa y los perros no se entienden.
En casa, los que se quedan duermen a ratos, olisquean el aire, miran por la ventana. Me esfuerzo en mantener sus rutinas: comida a la hora, compañía suficiente, palabras suaves. El bienestar canino no es solo veterinario. Es afectivo, cognitivo y emocional. Y eso requiere escucha.
Trabajo con perros de todo tipo: ancianos que necesitan calor y suelo blandito; jóvenes llenos de energía que canalizamos con paseos largos y juegos inteligentes; perros que han conocido el abandono y otros que son el centro del mundo. Todos necesitan algo que va más allá del “cuidado”: necesitan ser comprendidos.
En Patas Bien Cuidadas no vendemos tiempo, vendemos vínculo. Un compromiso real. Con cada perro, con cada familia, con cada historia.
Porque al final del día, cuando el último perro se acuesta tranquilo, yo también descanso sabiendo que hemos estado presentes, con respeto y ternura. Y que eso —aunque no salga en los mapas ni dé likes masivos— transforma el mundo.

Deja un comentario