La importancia de respetar su psicología y su naturaleza
Cada especie tiene su manera de sentir, de comunicarse, de habitar el mundo. No es lo mismo un gato que un perro. No es lo mismo un niño que un perro. No es lo mismo un humano que un perro.
Y aunque parezca evidente, muchas veces lo olvidamos.
En Patas Bien Cuidadas convivimos diariamente con perros muy distintos: algunos seguros y tranquilos, otros miedosos, reactivos o con historias complejas detrás. Y algo que observamos una y otra vez es lo dañina que puede ser la humanización del perro, aunque venga cargada de cariño o de buenas intenciones.
Llamamos “humanización” a ese hábito de tratar a los perros como si fueran personas:
📍 Ponerles ropa innecesaria,
📍 hablarles como si fueran niños,
📍 esperar que entiendan nuestras emociones humanas sin esfuerzo,
📍 castigarles como si entendieran conceptos de culpa o venganza,
📍 o pretender que se comporten como humanos bien educados en situaciones que les resultan antinaturales o estresantes.
Pero los perros no entienden el mundo como nosotros. Y eso no los hace menos, al contrario: los hace profundamente sabios a su manera.
Decimos a menudo —medio en broma, medio en serio— que los perros son budistas.
Y algo de verdad hay en eso.
🌿 Los perros viven el aquí y ahora.
No están atrapados en el pasado ni anticipando el futuro como lo hacemos los humanos. No se castigan por lo que hicieron ayer ni sufren ansiedad por lo que pueda pasar mañana. Viven lo que sucede.
Sienten con todo el cuerpo.
Observan. Interpretan. Reaccionan.
Y desde esa presencia constante, nos enseñan mucho más de lo que creemos. Pero para ver todo eso, hace falta respetarlos tal como son. No como nos gustaría que fueran.
👉 La psicología canina es única.
Su manera de relacionarse con el entorno, su forma de aprender, de regularse emocionalmente, de establecer jerarquías o amistades… todo eso tiene su propio lenguaje, su ritmo, su lógica. Y merece ser comprendido desde su especificidad.
Cuando forzamos a los perros a encajar en esquemas humanos, no solo los confundimos, sino que muchas veces los frustramos o los bloqueamos emocionalmente. Es ahí donde aparecen conductas que etiquetamos como “problemas”: ladridos excesivos, miedo, reactividad, destructividad, huida, incluso agresividad.
Pero el problema no es el perro.
El problema es que no lo estamos escuchando en su idioma.
Por eso insistimos tanto en la necesidad de aprender sobre comportamiento canino, de consultar a profesionales, de observar con humildad y de dejar que el perro sea perro.
No un peluche.
No un niño eterno.
No un humano peludo.
Un perro.
Con sus emociones, sus necesidades y su maravillosa manera de estar en el mundo.

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