Reflexiones desde una casa que cuida perros con alma y conciencia
Soy profesora universitaria. Y también madre de un hijo con discapacidad que está aprendiendo un oficio que le permita desarrollarse con dignidad. Siempre he amado profundamente a los animales. He tenido 10 perros a lo largo de mi vida, casi todos adoptados:. Sobra hablar de mis títulos o experiencia en este terreno. Desde hace un tiempo, decidí abrir esta casa a los perros, acompañada por mi hijo. Lo hice con el corazón y con experiencia: no desde el azar ni por necesidad urgente, sino como un acto de entrega, de sentido y de vida compartida.
Quise bajar algunos escalones, sí. Elegí conscientemente estar más cerca del suelo, de la tierra, de los cuerpos que no pueden expresarse con palabras pero lo dicen todo con la mirada o con un gesto. Elegí cambiar el aula por la finca, las conferencias por los paseos, los títulos por los silencios que se dan al cuidar.
Y desde ese lugar de cuidado, me he encontrado con mucho amor… pero también con muchas realidades duras.
🔍 Cuando el entorno cambia, los perros también cambian
Muchos tutores traen a sus perros convencidos de que no habrá ningún problema. Dicen que no ladran, que hacen todo fuera, que son tranquilos. Pero cuando llegan a un entorno nuevo, con otros perros, otros olores, nuevas personas y rutinas distintas, los perros pueden desestabilizarse.
Algunos marcan dentro de casa, otros tienen ansiedad, otros no duermen o no quieren comer. Algunos tienen reacciones imprevistas. Y eso, lejos de ser “fallos”, es la prueba de lo que son: seres vivos con emociones, miedos y formas propias de adaptación.
❗ Por eso, necesitamos la verdad
A veces el mayor problema no es el perro, sino la falta de sinceridad del tutor. No se dice que no están castrados, que han tenido peleas, que han mordido o que arrastran traumas antiguos. Sobre todo con perros adoptados, la historia que no se cuenta puede ser decisiva para el bienestar de todos.
Y lo que más cuesta es cuando, al comentar algo observado con el perro, el tutor no escucha o se ofende. Como si ver un comportamiento distinto fuera una crítica. Como si el perro no pudiera cambiar. Como si el cuidador tuviera que callar para no molestar. Y no. Decir la verdad es parte del cuidado. Escucharla, también.
🐕 Lo que hacemos cada día
En Patas Bien Cuidadas los perros no están en jaulas ni solos todo el día. Tienen compañía constante, varios paseos, juegos, atención individualizada. Los llevamos a una finca cerrada de 1200 metros cuadrados, a veces a la playa de Pantín. Les damos espacio, estímulo, seguridad.
Y sí: a veces implica no dormir porque lloran de noche, limpiar más veces al día, lavar mantas, recoger restos, medicar, calmar, adaptarnos. Porque esto no es dejar a un perro en casa de alguien, esto es cuidar de verdad. Con empatía, con seguimiento, con responsabilidad.
♥️ Lo que duele no es el esfuerzo. Es la falta de reconocimiento
Estamos acostumbradas a cuidar. A hacerlo con amor y con profesionalidad. Pero lo que cuesta más no es el cansancio físico, sino la mirada despectiva de quienes creen que este trabajo es de «clase baja» o de poca formación. Como si cuidar no fuera una forma alta de inteligencia emocional. Como si por recoger cacas o dormir con un perro en el salón, ya no importaran nuestros años de experiencia, nuestra educación o nuestra vocación.
Hay personas que agradecen. Y hay otras que no solo no lo hacen, sino que tratan al cuidador como si debiera hacerlo “porque sí”. Y eso duele. Porque detrás de cada paseo, cada limpieza, cada decisión de no dormir para que su perro no sufra, hay un acto de humanidad.
💬 Cuidar es un oficio de alma
Este es un oficio invisible muchas veces, pero profundo. No es un «extra», no es un hobby, no es algo menor. Es acompañar a un ser que depende de ti, aunque sea por unos días. Es respetar sus tiempos, sus heridas, sus alegrías. Es poner el cuerpo y la escucha, con presencia real.
Y todo esto lo hacemos en esta casa, mi hijo y yo, con la ayuda de quienes colaboran, con humildad y con ganas de aprender más cada día.
Gracias a quienes confían. Gracias a quienes escuchan y agradecen. Y también a quienes nos miran desde arriba, porque algún día quizás entiendan que lo más digno del mundo es cuidar a otro ser con amor y verdad.

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