Durante la pandemia, muchas personas adoptaron animales como compañía, sin saber que el confinamiento marcaría profundamente el desarrollo emocional de muchos de ellos. Este es el caso de un perro de aguas de unos cuatro o cinco años, adoptado en aquellos meses, que creció en un entorno muy limitado, sin apenas salir de casa ni socializar con otros perros o personas.

Su dueño teletrabajaba, por lo que establecieron un vínculo muy estrecho y exclusivo. El perro no aprendió a estar solo ni a desenvolverse con autonomía. Cada separación, por mínima que fuera, lo dejaba desorientado. Y cuando tuvo que enfrentarse a la soledad, llegaron los problemas: ladridos incesantes, ansiedad intensa y una gran inseguridad ante el exterior.

Cuando llegó a Patas Bien Cuidadas, apenas se movía en la calle. Se quedaba bloqueado, como si no supiera interpretar el mundo exterior. Con el tiempo, trasladó su apego hacia mí. Ahora soy yo quien no puede marcharse sin que él lo viva como un drama. Aunque se quede con otros perros o personas, ladra de forma aguda, constante, sin descanso. Es un ladrido que no se apaga fácilmente y que refleja un profundo malestar.

Incluso al salir de paseo, su ansiedad no desaparece: al principio del paseo sigue ladrando, como si no pudiera soltar ese estado de alerta. Me sigue por toda la casa y persigue a los gatos como si fueran juguetes. Su sistema nervioso está en continua hiperactivación, buscando una referencia estable, sin encontrar descanso.

¿Qué le ocurre?

Este perro sufre ansiedad por separación combinada con hiperapego, falta de socialización y una dificultad clara para autorregularse. No ha aprendido a estar solo ni a sentirse seguro sin una figura humana concreta. Vive cada separación como una amenaza, y la presencia de otros animales o personas no lo consuela, porque su vínculo emocional está fijado solo en una figura.

¿Cómo ayudarlo?

La recuperación no es inmediata, pero hay caminos que pueden mejorar mucho su calidad de vida:

  1. Desvinculación emocional saludable
    Ampliar su círculo de seguridad poco a poco. No romper el vínculo, sino enseñarle que puede confiar en más personas, más espacios, más rutinas.
  2. Ejercicios de tolerancia a la soledad
    Empezar por ausencias breves y reforzar la calma. No se trata de ignorarlo, sino de entrenar su sistema nervioso para que tolere pequeñas separaciones sin desbordarse.
  3. Gestión del paseo
    Salidas cortas al principio, sin expectativas, premiando cualquier signo de calma o curiosidad. El ladrido no debe ser castigado, sino comprendido como parte de su lenguaje.
  4. Rituales predecibles
    La rutina ayuda a los perros con ansiedad. Horarios constantes, ambientes tranquilos y señales claras les dan seguridad.
  5. Enriquecimiento ambiental
    Juegos de olfato, mordedores, rutinas mentales. Activarlo sin excitarlo es la clave para canalizar su energía y aumentar su autoconfianza.
  6. Trabajo emocional
    No reforzar su ansiedad (por ejemplo, acariciándolo cuando ladra por miedo), pero tampoco ignorarlo del todo. Acompañar con calma, sin sobreproteger.
  7. Consulta profesional
    Un educador canino o etólogo especializado puede marcar un plan adaptado. En casos extremos, puede ser útil el acompañamiento veterinario con apoyo fitoterapéutico o farmacológico.

Un proceso de acompañamiento profundo

Este caso muestra hasta qué punto nuestras circunstancias afectan directamente al bienestar emocional de los perros. No se trata de juzgar lo que hicimos durante la pandemia, sino de entender cómo podemos ahora reparar y construir. En Patas Bien Cuidadas trabajamos desde la empatía, la observación y la constancia. Sabemos que ningún perro está “roto”, solo necesita tiempo, contención y una mirada que lo escuche de verdad.

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