Si alguna vez has convivido con un perro que no para quieto, que se sube a los muebles, coge cosas que no debe, mastica objetos o corre de un lado a otro como si le persiguiera un vendaval invisible, sabrás que la situación puede llegar a ser agotadora y desconcertante. Sin embargo, detrás de ese comportamiento “caótico” no hay un capricho ni una simple mala educación: hay una emoción. Y casi siempre, esa emoción se llama ansiedad o estrés.
Al igual que las personas, los perros no siempre saben cómo manejar sus sentimientos cuando algo en su entorno o en su interior no va bien. Para ellos, el mundo puede ser un lugar enorme, ruidoso y a veces impredecible. La forma en que responden a esa sensación de agobio puede ser diferente en cada caso: algunos perros se paralizan o se esconden, mientras que otros “explotan” con conductas nerviosas e impulsivas. Rompen cosas, muerden lo que encuentran, saltan de un lado a otro, van y vienen por la casa como si no supieran qué hacer consigo mismos. Son signos claros de que algo les sobrepasa y necesitan ayuda para recuperar el equilibrio.
¿Por qué sucede?
Hay muchas razones por las que un perro puede mostrarse nervioso o ansioso:
- Falta de actividad física y mental: los perros, especialmente los más activos o jóvenes, necesitan liberar su energía. Un paseo rápido por la manzana no siempre es suficiente. Si no tienen suficiente ejercicio físico y estimulación mental, la energía acumulada buscará salir de algún modo. Perros como los setter, los border collie o los doberman necesitan mucha actividad
- Cambios en la rutina o en el hogar: los perros son criaturas de hábitos. Un cambio —mudanza, nuevas personas en casa, horarios diferentes, ruidos extraños— puede hacer que se sientan inseguros o desorientados.
- Soledad o aburrimiento: muchos perros pasan largas horas solos. La falta de compañía puede generar ansiedad, y morder cosas o correr de un lado a otro puede ser su manera de lidiar con la frustración.
- Entorno caótico: si en casa hay mucho ruido, movimientos bruscos o tensiones, los perros lo perciben y reaccionan. Son sensibles a nuestras emociones, incluso si no lo notamos.
- Falta de límites claros o educación: a veces, un perro no sabe cómo comportarse porque nadie le ha enseñado de forma amable y consistente qué se espera de él.
Cómo podemos ayudarles a encontrar la calma
Ayudar a un perro nervioso no es cuestión de corregir el comportamiento con regaños o castigos. Al contrario: necesitamos mirar más allá de sus acciones y entender qué nos está queriendo decir. La clave es ofrecerles seguridad, rutina, ejercicio y, sobre todo, paciencia y amor.
1. Crea rutinas predecibles
Los perros necesitan saber qué va a pasar a lo largo del día. Comer a la misma hora, pasear en momentos fijos y tener tiempo para descansar crea un ritmo que los tranquiliza. La rutina les aporta la seguridad de que todo está bajo control.
2. Ofrece el ejercicio físico que necesitan
El ejercicio no solo es caminar. A muchos perros les beneficia correr, jugar o explorar entornos diferentes. Si un perro está nervioso, prueba a sacarlo a pasear más tiempo o a cambiar el ritmo del paseo: permite que olisquee árboles, rastree o corra en un entorno seguro. Olfatear, de hecho, es una actividad mental que cansa tanto como correr. Un perro cansado físicamente y mentalmente es un perro más relajado.
3. Estimula su mente con juegos y retos
La mente de un perro también necesita “trabajo”. Puedes darle juguetes interactivos donde tenga que sacar la comida, enseñarle trucos nuevos o jugar a encontrar objetos escondidos. Este tipo de juegos les obliga a concentrarse y canalizar su energía de manera constructiva.
4. Crea un refugio seguro
Todos necesitamos un espacio donde descansar y sentirnos tranquilos, y los perros no son la excepción. Prepara una camita o una manta en un rincón tranquilo de la casa, donde pueda retirarse cuando necesite calma. Si vive en un entorno ruidoso, puedes poner música relajante o mantener una luz tenue.
5. Sé su calma, no su espejo
A veces, el nerviosismo de un perro se contagia de nuestra propia energía. Si reaccionamos a su ansiedad con gritos, nervios o frustración, solo empeoramos la situación. En cambio, si nos mostramos calmados, hablándole con suavidad y actuando con serenidad, le estaremos mostrando el camino hacia la tranquilidad. Tu energía es su referente.
6. Evita el castigo y refuerza los momentos de calma
Si un perro mastica algo que no debe o se sube donde no debería, no lo hace por maldad, sino porque no sabe cómo manejar su ansiedad. Castigarlo solo aumentará su estrés. En cambio, refuerza los momentos en los que está calmado: un premio, una caricia o un “muy bien” dicho en el momento oportuno puede enseñarles que estar tranquilo tiene su recompensa.
Transformando el caos en conexión
Convivir con un perro nervioso puede ser un desafío, pero también una oportunidad para aprender juntos. Ellos nos muestran, a su manera, que necesitan atención, compañía y guía. A veces, su nerviosismo nos está diciendo que algo en la rutina no funciona, o que el ritmo del hogar necesita un ajuste.
Poco a poco, con amor, paciencia y pequeños cambios, los perros aprenden a relajarse y a confiar. Ver cómo un perro que corría de un lado a otro empieza a encontrar su lugar, se estira en su camita y nos mira con calma es uno de los regalos más bonitos que puede darnos la convivencia. Al final, no se trata de tener un perro “perfecto”, sino de construir un vínculo donde ambos nos sintamos bien. Porque, al igual que nosotros, ellos solo quieren un poco de equilibrio, compañía y cariño.

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